
La razón es muy simple, antes de tocar nuestros labios, las latas han hecho todo un viaje, y nosotros no sabemos cuánto tiempo han estado en la góndola del supermercado, si fueron apiladas en packs, o cuál ha sido su situación desde el envasado hasta que llegaron a nuestras manos. Es muy probable que en alguna de esas situaciones, la lata haya entrado en contacto con bacterias, en especial con la Escherichia Coli, causante de diarreas y otras afecciones gastrointestinales.
Normalmente se recomienda limpiarlas antes de abrirlas, pero la mayoría de las personas no lo hacen. Y aun así, este método tampoco es 100% efectivo.
Nosotros te recomendamos pasar la bebida a un vaso, y de no contar con uno, usar sorbete. Así, no correrás riesgo de contraer ninguna enfermedad de transmisión alimentaria. También te sugerimos que observes el estado de la lata, si está abollada, directamente no consumas su contenido.
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